Nota publicada en el Diario La Opinión el domingo 14 de abril del 2013
Este es el link de la nota original en la página web de La Opinión http://laopinion.com.co/demo//index.php?option=com_content&task=view&id=417854&Itemid=94
Cúcuta tiene su Salvador
Con el ruido ensordecedor de la victoria o el silencio sepulcral de la derrota, Manuel Salvador Sánchez pasa las horas dentro del camerino del Cúcuta Deportivo. Bien sea en el estadio General Santander o en donde jueguen, este cucuteño, de 55 años de edad, es el encargado del vestuario rojinegro y es quien más conoce la intimidad del doblemente glorioso. Cuando las cosas no salen bien, él es quien aparece con un chiste, un comentario o una arenga para el equipo. Siempre con buen ánimo, Salvador es visto en el plantel como esa persona que puede ayudar a hacer amena una mala situación
Desde el 2005 cuando llegó al equipo, ‘el Chato’, como lo apoda la gente del fútbol, se encariñó con esta profesión y hoy en día se considera un hombre muy feliz y, sobretodo, muy afortunado por su trabajo. “Yo remontaba zapatos. Un día me llamó Álvaro Vélez, presidente del equipo, a decirme que tenía un negocio para mí. Al otro día me citó en el estadio y apenas llegué me entregó la llave del camerino y me dijo: Salvador es todo suyo. Desde ese instante, mi vida cambió”.
Con los nervios de ser primíparo en la utilería, pero con la tranquilidad de conocer el fútbol, ya que siempre jugó en el barrio, Salvador llegó a su primer día de trabajo. “Cuando entré al camerino al otro día de ser contratado todo estaba patas arriba, muy desordenado. Fue emocionante ver las camisas del Cúcuta, yo duré mucho años soñando con tocar una de un jugador y de un momento a otro, gracias a mi Dios, tenía 22 en mis manos”.
Esos primeros días fueron increíbles, aunque rápidamente se dio cuenta cual era la realidad del equipo. Poco presupuesto, largas horas de viaje y malos resultados eran la constante en un plantel que llevaba ocho años enterrado en el infierno de la B. “Al principio era todo muy triste, el equipo estaba en segunda categoría y se pasaban momentos muy feos. Sin embargo yo le agarré amor a mi trabajo y empecé a disfrutar todo, por incomodo que fuera”.
Entre sus primeros y más duros recuerdos se encuentra un viaje que hicieron al Valle del Cauca. Por falta de dinero, el equipo viajaba en condiciones muy precarias y cada quince días salía a recorrer el país en incómodos y antiguos buses. “El viaje más largo fue uno a Tuluá, nos tocó sentarnos 22 horas en un bus horrible, que se varaba a cada rato. Al otro día, sin muchas horas de sueño, estábamos jugando el partido, eran momentos difíciles”.
Pero muy rápido, a los seis meses de haber llegado, el nuevo utilero empezó a disfrutar del renacimiento del equipo. A finales de 2005, el Cúcuta Deportivo ascendió a la primera categoría y Salvador hizo parte de ese plantel. “Cuando ganamos el ascenso estábamos felices por cambiar de categoría. Ahorita la B ha mejorado mucho, pero en esa época era muy duro. Los viajes, los hoteles, todo era en condiciones muy precarias”.
Lo más curioso de esa experiencia fue el hecho de convertirse en el amuleto de buena suerte del cuadro motilón. Jugadores, cuerpo técnico y directivos empezaron a ver a Salvador como cábala y rápidamente se lo hicieron saber. “Todos me decían que yo fui el que traje la suerte luego de nueve años de malos resultados. Es que yo llegue y en poco tiempo ganamos la B, luego la A y para completar tuvimos una gran actuación en la Copa Libertadores. El presidente también me lo dijo, fue algo muy emocionante”·
Foto Juan Pablo Cohen/La Opinión
El título de 2006 y la libertadores
Sin duda, el recuerdo más presente que tiene ‘El Chato’ en su cabeza es de la noche del 20 de diciembre de 2006. Ese miércoles, el equipo motilón logró su único título en la primera categoría del fútbol colombiano y él estuvo ahí, no se perdió ni un segundo de la celebración. “Yo lloraba sin poder parar, ese momento es lo más lindo que me ha pasado en mi vida. Cuando entré de vuelta al camerino me senté en una silla y no podía parar de llorar, eran muchos sentimientos lindos los que pasaban por mi cabeza, fue un sueño convertido en realidad”.
Recuerda como si fuera ayer el momento del gol. No solo por lo que significó, también porque Macnelly es uno de los jugadores que más quiere y con el que aún hoy conserva una linda amistad. “Yo me acuerdo que estaba parado detrás de cientos de policías y Macnelly anotó el gol. En ese momento me sentí más grande que todos ellos y sin pensarlo me fui corriendo a la cancha, nadie me pudo detener, la felicidad me hizo salir disparado de donde estaba, fue algo muy emocionante”.
Aparte de la satisfacción personal, Sánchez sabía que eran muchos los cucuteños que se sentían orgullosos de él. El hecho de ser un hombre trabajador, que amaba su profesión, le dio muchos amigos en el fútbol y enorgulleció a todos sus familiares. “Para mi familia era increíble verme en la televisión, también saber que iba a viajar a un torneo internacional les producía mucho orgullo. Todo lo que me pasó fue un sueño familiar que se convirtió en realidad, todos se sentían muy orgullosos de mí”.
Después de haber obtenido su segundo título con el equipo, en la B y en la A, al Cúcuta le correspondió jugar un torneo internacional. Salvador, emocionado por una nueva experiencia alistó sus maletas y, con nervios por salir del país por primera vez, se embarcó rumbo a varios lugares donde jugaría el equipo. “Recuerdo los primeros viajes en Copa Libertadores.
Para mí era la primera vez y yo sentía algo de susto. Menos mal Robinson Zapata y Rubén Bustos ya habían viajado en Copa con el América y ellos me ayudaron con todo. Recuerdo mi tensión en inmigración, pues nos demoraron mucho y yo pensaba que nos iban a robar el equipaje, fue un susto muy grande”.
Uno de sus mejores recuerdos de esta experiencia fue en Brasil, cuando enfrentaron al Santos. “El utilero de el equipo brasileño me llevó una tula gigante y me dijo vamos a cambiar. Yo le dije que nosotros no teníamos tantas cosas para regalar y él me dijo que no importaba. Me puso una tula en el piso y me dijo que me podía llevar lo que quisiera. Esos recuerdos todavía los guardo”.
Lo que le ha dejado el fútbol
Luego de más de ocho años en esta profesión, en la que se encarga de toda la indumentaria del equipo y de los caprichos de los jugadores, Salvador Sánchez sigue siendo feliz con lo que hace y disfruta cada minuto de su trabajo. En ese tiempo, son muchas las experiencias y vivencias que ha tenido y son demasiados los amigos que le han quedado en el deporte más popular del planeta. “Yo he tenido amistad con muchos jugadores, pero a mí el 2006 me marcó. Robinson Zapata, Blas Pérez, Lin Carlos Henry y Macnelly Torres son amigos que me quedaron para toda la vida, todavía hablamos seguido y cuando podemos nos vemos”.
Dos personas han marcado su vida. Jorge Luis Pinto, entrenador del equipo durante varios años, y Macnelly Torres, volante del cuadro motilón, son esos seres humanos a los que nunca olvidará y a los que considera mucho más que amigos del deporte. “Pinto es como mi segundo padre, el me aconseja siempre y me estima mucho, tenemos una relación muy bonita. ‘Mac’ es un hombre inigualable. Recuerdo que cuando duramos cinco meses sin recibir el sueldo él me ayudaba. Ellos me quieren mucho a mí y a mi familia”.
Sin duda, son muchas las experiencias que ha tenido. Pero hay dos que lo marcaron.
La primera, sucedió el único día que cometió su más grande error siendo utilero del equipo. “Mi peor momento fue un día que dejé los buzos de arquero en el hotel. Nosotros llegamos al Campín y teníamos que jugar muy pronto y no tenía las cosas listas. El técnico era Pinto y yo no sabía cómo decirle pues él tiene un temperamento muy fuerte. Menos mal ese día Santiago Santos me ayudó y fue en un carro a recogerlos”.
La segunda, ocurrió en el avión que llevaba al equipo a Ibagué, para jugar la final contra Tolima. Es una historia que no olvida, pues en ese momento le parecía increíble que un técnico le pidiera algo así. “Cuando íbamos viajando, el profesor Pinto me llamó en el avión y me dijo: Salvador cada vez que pueda se tienen que meter a la cancha para parar el partido. Yo no quise abandonar la puerta entonces fue el burrito el encargado de hacerlo, él se metió varias veces hasta que la policía se lo llevo. Ahí me di cuenta que el fútbol era mucho más que once contra once”.
Salvador sigue disfrutando de su trabajo y es uno de los que más tiempo lleva en el equipo. Ya son ocho años en este puesto y, por lo que parece, serán muchos más. “Yo le tengo mucho amor a esta profesión, soy feliz y con esto puedo mantener a mi familia. A pesar de que este es un arte que muchos no valoran, para mí el utilero es pieza fundamental dentro de un equipo de fútbol. Aquí seguiré siendo feliz mientras me lo permitan, nunca he pensado en tirar la toalla. Desde que en el equipo quieran, habrá Salvador para rato”.
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