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martes, 14 de enero de 2014

En año de Mundial todo cambia

Sin excepciones, todos, absolutamente todos, sin importar edad ni sexo, nos vemos involucrados de una u otra manera con este torneo. 

El 31 de diciembre del año pasado no fue uno más. A las 11.59 de la noche las pulsaciones subieron y, más allá de esperar por el tradicional feliz año, todos los amantes del fútbol empezamos la cuenta regresiva para la cita mundialista que se llevará a cabo en Brasil. 

Desde el inicio del año, las cosas cambian. Los torneos se hacen más cortos por cuestión de calendario, los jugadores salen a las canchas con miedo de no lesionarse y el síndrome Premundial, que habla de un bajón en el nivel de juego en el primer semestre del año, se empieza a sentir en todas las Ligas del mundo. 

Los aficionados, por otro lado, también sentimos la expectativa y la emoción del torneo de fútbol más importante del planeta. 

Los primeros meses, todos hablamos de los grupos y las posibilidades. A diferencia de cualquier otro año, en los que por esta época ya se empieza a pensar en la Champions League y la Copa Libertadores, ahorita todas las miradas se las lleva el Mundial. 

Unos ahorran para ir a Brasil, algunos para llenar el Albúm Panini y otros cuantos solo para derrochar plata en las pollas mundialistas, muy de moda por estas épocas de fútbol mundial. El caso, es que la Copa del Mundo a todos nos afecta el bolsillo. Por la camiseta que queremos, por el viaje soñado, por las monas que solo se consiguen a un alto precio o por poner el DirectTV para poder ver todos los partidos, lo cierto es que siempre hay una excusa y una razón válida para gastarle al deporte más popular del planeta. 

Los cambios se sienten en todo el país. Las mujeres (mamás, tías, abuelas, hermanas y novias) hablan de fútbol. Los políticos oportunistas hacen campaña a costas de la selección. Las empresas, conscientes de las masas que mueve el mundial y más con la participación de la selección, deciden hacer sus comerciales sobre el tema. Y los vendedores ambulantes hacen su agosto vendiendo artículos de la selección. 

El problema de tanta fantasía para todos viene después. Terminado el mundial, todo vuelve a cambiar. Pero esta vez para mal. 

No queremos volver a saber de fútbol, las Ligas Europeas son poca cosa para ver, los partidos no vuelven a ser emocionantes por un tiempo y la mayoría de las mujeres vuelven a su estado natural, a no ver fútbol. 

En conclusión, es preciso decir que así como hay el síndrome premundial, hay el trauma postmundial. 

Cambios antes de... y cambios después de... 

Esperemos que este 2014 se pase lento y que el mes de la Copa del Mundo sea eterno. No quiero ni pensar, porqué lo sé, en la depresión en la que quedaremos los fanáticos futboleros cuando se corone el nuevo campeón mundial. 

¿O ustedes no quedan así?





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